sábado, 28 de marzo de 2015

LA SEMANA SANTA EN LA TIERRA DE CAMPOS VALLISOLETANA



                                                 



                                  

Grupo Página 2003 - 414 pp. - 24 x 17 cm. - ISBN 8493281018 - 18 €



         Trabajo de varios autores que firman bajo el nombre de Grupo Página y entre los que se cuenta el coordinador, el prestigioso antropólogo José Luis Alonso Ponga, todos ellos desmenuzan los entresijos del arraigo religioso popular castellano en Tierra de Campos.



     La Semana Santa en la Tierra de Campos vallisoletana se encuentra entre las más aclamadas junto a las zamoranas. A nadie le sorprende que los pasos más tradicionales se consideren los andaluces y los castellanos por el fervor religioso de sus gentes y las bellas tallas esculpidas que merecen una consideración añadida por su antigüedad y el reconocimiento al sentimiento plasmado por sus autores.
                 

                                

     Vamos a retrotraernos en el tiempo y adentrarnos en la religiosidad que desde la Baja Edad Media ha caracterizado el profundo sentimiento de gentes muy aferrados a unas creencias arraigadas en la tradición.



   El dilucidar popular, en cuaresma no admitía el por qué tener que mantener la vigilia y consideraban que “los apóstoles eran pescadores y con la abstinencia de comer carne pretendían vender su género”. Lo cierto es que el pescado no llegaba en grandes cantidades a la Meseta y su precio resultaba excesivo, mientras la carne era mucho más asequible en Tierra de Campos. El punto de la península que se encuentra equidistantemente más alejado al mar se sitúa en Meco (Madrid) y dicho lugar se encontraba absuelto de tener que abstenerse de comer carne durante la vigilia en Semana Santa. Desde el Medievo se recurría a tomar la carne de membrillo para el día del Jueves Santo.

                                                       
                                                  




   La Iglesia católica prohibió en el S. XVIII que durante la Semana Santa repicaran las campanas si no era para anunciar la resurrección del Señor y los muchachos eran los encargados de avisar con carracas recordando cuanto tiempo faltaba para que empezasen los oficios religiosos, pues tampoco es que hubiera demasiados relojes en los pueblos. La solución para los templos se solventó a lo grande, con la matraca, siguiendo el mismo mecanismo que las carracas, y que se sacaba a la calle para el aviso a los fieles. 

                                      

                                                       

                                             
Decorado pintado en tela para ocultar el altar
     Las imágenes religiosas también eran ocultadas a la visión de los feligreses, costumbre que cada miércoles Santo se ejerce en los templos. En la actualidad se sigue colgando un mural pintado a modo de telón o "sargas" para tapar el altar hasta el día de resurrección.







Decorado pintado en tela para tapar el fondo del monumento

En Villardefrades, tras la procesión del encuentro  del Domingo de Resurrección una persona descerraja dos tiros a una persona que representa la figura de Judas. Es una costumbre muy extendida el arremeter contra este pelele arrojándole piedras y hasta quemarlo.               







   Otras costumbres muy arraigadas para estas fechas eran las de que en letanías se colocaba una cruz en un altito o en "El Calvario", donde cada Viernes Santo se recorría el Vía Crucis. El Domingo de Ramos las mozas confeccionaban dulces para el postre, a la vez que preparaban rosquillas que se sorteaban.




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