Libro con ilustraciones y muy bien editado en un papel blanco, de alto gramaje y muy agradable al tacto
Un andar solitario entre la gente es la narración de un caminante que recopila todo lo que ve, escucha y husmea por la calle. En la estela de artistas que han practicado el arte del collage, la basura y el reciclaje: Diane Arbus o Dubuffet, así como la de los grandes viandantes urbanos de la literatura: de Quincey, Baudelaire, Poe, Joyce, Walter Benjamin, Melville, Whitman. A la manera de Poeta en Nueva York, de Lorca, la narración de Un andar solitario entre la gente está hecha de denuncia y celebración. Protesta: por el ruido extremo de la sociedad en que vivimos, la conversión de todo en mercancía y la basura; y el agradecimiento: por la belleza, la variedad del mundo y el arte de escribir.
Un toque de atención a la sociedad del consumo y a los imperativos constantes en los que nos encontramos sometidos |
Una obra fragmentada, sin trama, articulada mediante capítulos que inician todos los párrafos con eslogans comerciales extraídos del eco mediático: "titulares" en negrita, Con las Primeras Letras de Palabra en Mayúscula -al modo anglosajón, salvo artículos, conjunciones y otros nexos-. Un mosaico donde se transcriben conversaciones callejeras o fragmentos mediáticos, donde se introduce a grandes nombres de la tradición literaria y donde nos narra sus propias vivencias -particularmente lo que más nos atrae no por cotillear en la vida del autor sino por cómo fluye la narración-, todo ello en torno a la idea de ciudad.
Una panda de chicos en Fuenlabrada asalta una sala de proyección de cine simulando un atentado Yihadista, utilizando petardos.
En Londres se está provocando continuamente el terror por la acción de maleantes disfrazados de payasos, a lo It de Stephen King, sembrando el pánico entre la gente.
Un collage que el autor ha ido elaborando a lo largo del tiempo de creación del libro. 494 páginas de "un diario" que puedan parecer muchas pero acaso no resulta tan repetitiva la vida en la ciudad. La pregunta es si el relato transmite por igual al aldeano que al urbanita, al hispano y al norteamericano, donde Muñoz Molina estuvo trabajando y les ha dedicado algunas de sus obras (Ventanas en Manhatann y Como la asombra que se va) y de aquí ha recogido materiales para la narración. Puede que Un andar solitario entre la gente no sea la obra del autor que más guste al gran público pero las creaciones literarias tampoco tienen por qué ser best sellers, si rezuma lírica es suficiente.
El autor es un gran amante del cine e imagina a Frankenstein visionando como su creador viaja al espacio. El lector no sabe muy bien qué está viviendo y puede creer, o no, que el hombre haya llegado a la luna. Debe mirar con los prismáticos y sopesar en una balanza la realidad en que vive.
Escritor Thomas de Quincey
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Son varios los escritores que salen a colofón en las páginas, como el escritor romántico Thomas de Quincey quien pudo sugerir la idea a Muñoz Molina por anotar en una libreta todo lo que pasaba a su alrededor. Nuestro autor se ha servido de un móvil, no para llamar como el resto de los humanos, sino para grabar las notas.
Según nos confiesa, en un café, una persona anónima, encontrándose ambos de espaldas, dijo: "El gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de deshecho". Poemas de poeta en Nueva York que aparecen entre los recortes de los anuncios.
Antonio Muñoz Molina agradece a la vida lo inusitado de la belleza y el horror, mezclado.
El intelectual se mezcla entre las clases bajas que suben al transporte público, pasea entre multitudes y, no solo en los bares, escucha como siempre hablan en alto, sin reservas, sin muchas pretensiones. Parece un contrasentido pero hoy son los indigentes quienes visitan la biblioteca con el carro del botín, y seleccionan una revista de Historia y Vida o National Geographic, aunque el fin sea descansar y estar al abrigo de la calle porque en el bar no te dejan si no haces gasto -acaso no es el motivo por el que acuden la mayoría-. Como contrapunto, Muñoz Molina nos aproxima a la literatura con los autores y sus manías, junto a las del propio autor, como el cine, o al de las sábanas blancas que es el Sueño, cuando vamos a dormir después de un largo día. Es en la intimidad cuando el autor nos brinda los sentimientos más bellos.
El libro podía haber trabajado más las tipografías (utiliza algunas mayúsculas y "recortes" periodísticos en cursiva) aunque la intención tampoco era impresionar mediante la estética sino más bien expresar una visión de la condición humana de nuestro tiempo. Apreciamos mucho esfuerzo y le imaginamos por su fisonomía que parecería para el que le contemplaba que era un diógenes, recogiendo todos los papeles de la calle, pero pasaría desapercibido entre tantos indigentes, solo que fastidiando a los niños al retirar de los limpiaparabrisas de los coches las tarjetas de visita con anuncios del servicio de señoritas que los muchachos intercambian en el recreo. Mucho trabajo para 0,5 céntimos de euro el kilo de papel, no está remunerado escribir. Eso sí, presagiamos a uno de los futuros Premio Cervantes. Antonio Muñoz Molina en estado puro.
Antonio Muñoz Molina tiene el oficio de escritor porque, al igual que Miguel Delibes, antes que literato fue periodista de diarios. Por dos veces Premio Nacional por El invierno en Lisboa y la novela histórica El jinete polaco. Ha sido, también, varias veces adaptado al cine como en Beltenebros, dirigida por Pilar Miró; y Plenilunio, por Imanol Uribe. Muñoz Molina mantiene una sección en el suplemento Babelia, de el diario El País donde todos los sábados publica este tipo de impresiones que vienen recogidas en el libro.
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