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Aclarar para neófitos o despistados que Don Quijote de la Mancha, el gran clásico de las letras castellanas e impulsor de la novela moderna, se publicó en dos partes: la primera vio la luz en 1605 y la segunda se imprime en 1615, un año antes de la muerte del genial escritor. El Caballero de la triste figura emprende nuevas aventuras para deshacer entuertos no tan sólo por el éxito cosechado con sus primeras andanzas sino por despecho ante la suplantación de su personaje en una obra apócrifa que es conocida como El Quijote de Avellaneda. En la segunda parte que ya estaba elaborando antes de la impostura de 1614, Don Quijote alude al plagiador entrando en un curioso juego narrativo que interrelaciona ficción con realidad. Para evitar futuras usurpaciones de identidad Cervantes establecerá un duro final a su protagonista.
El Quijote de Avellaneda - Editorial Castalia
ISBN 9788470390357 - 10 €
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Martín de Riquer siguiendo la pista que destapa Alois Achleitner propone que tras Alonso Fernández de Avellaneda se enmascare Gerónimo de Passamonte (Cervantes, Pasamonte y Avellaneda, editorial Sirmio 1988; recogido en Para leer a Cervantes, en Acantilado 2003), quién llegó a ser soldado y publicara la autobiografía Vida y trabajos de Gerónimo Passamonte, quien presenta paralelismos como compañero de armas de El manco de Lepanto. Riquer identifica su persona con la inspiración cervantina del personaje del episodio del galeote y considera la suplantación del Quijote como un acto vengativo por ello. Cervantes reconoció su autoría y en la segunda parte desmiente que Avellaneda fuera de Tordesillas, como se hizo pasar en el libro, sino aragonés al igual que Gerónimo de Passamonte y si elude desvelar su identidad era por no humillarle.
Jean Canavaggio, otro gran estudioso cervantino, considera que el impostor se encuentra en una relación donde ni confirma ni desmiente que pueda tratarse del propio Passamonte entre una treintena de sospechosos. Por la rivalidad con Lope de Vega, se encuentra su amigo y protector el duque de Sessa; los dominicos Juan Blanco de Paz que calumniara a Cervantes en Argel, o Fray Luis de Aliaga, confesor de Felipe III. En la larga lista figuran letrados como el autor del Guzmán de Alfarache, Mateo Alemán, o Bartolomé Leonardo de Argensola, Guillén de Castro, Ginés Pérez de Hita, Tirso de Molina, Suárez de Figueroa o el mismísimo Lope de Vega.
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