martes, 11 de agosto de 2020

LOS CELTAS EN LA COMARCA DE LARA DE LOS INFANTES (BURGOS)



Exponemos datos extraídos de nuestro libro:

 VIAJE AL CONDADO DE LARA 

ANTONIO PALACIOS GONZALO 

   Es importante constatar que parte de los nombres del politeísmo celta para venerar a la naturaleza aún perduran en la zona serrana de Burgos-Soria, como el río Arlanza, las montañas de Neila y Karazo. Los celtas habitaron en el oppida de Peñalara, vicci en la presentación de viviendas circulares en Vilviestre del Pinar y numerosos castros en el curso del Arlanza y por la vía natural transitada por herbívoros trashumantes. En la nueva publicación Los pilares de Castilla en las raíces celtas de Lara mostramos las conclusiones y las pervivencias de la cultura celta en nuestros días. 


Castro fortificado en Peñalara 



 La Edad del Hierro

  A mediados del S. VIII a.C. se inició en la cuenca del Duero la Edad del Hierro. Las tribus celtas se asentaron de forma sedentaria en castros, habilitando chozas circulares como en Peñalara, que pasaron a adoptar una estructura rectangular en su inmediación, La Muela.

   Clasificar los castros de la zona de Lara no resulta fácil debido a la diversidad de etnias y su continua transformación que divide a los autores por ser nuestro territorio un área fronteriza, trascendiendo a los límites provinciales vigentes.

   Muestras de su diversidad la tenemos en las cerámicas que aparecieron en el castro de Hontoria del Pinar, con representaciones similares a las serranas de Castrovido cuando sus rasgos culturales se identifican con los sorianos y, a su vez, presentan estas influencias de la cerámica soteña en la que se encontraba adscrita Lara.

   En los conocidos como "tesorillos" aparecidos en Clunia y por el entorno del monasterio de Silos se distinguen monedas acuñadas en las cecas próximas de Sekobirices (Alto de san Pedro (Pinilla Trasmonte), de los vacceos, Sekisamos (en Canales de la Sierra, Segeda de los belos que no llega a época altoimperial) y Clounioq (Clunia, de los arévacos). La numismática se dispersa como tributo militar por las rutas de la VII Legio a León y Aragón, y siguiendo las vías de Clunia aparece en Roa, Tricio, Cáceres y Lusitania.


Monedas acuñadas en sekobirices. Museo Arqueológico Provincial de Burgos

     
 Reparemos en conocer las tribus:
                   
 Los turmogos (murbogos o turmódigos) tienen un origen indoeuropeo, cuyo nombre proviene de turmas agere o tropa de caballería y, por extensión, guiar o conducir el ganado o pastorear. Se establecen entre los ríos Pisuerga y Arlanzón. M.ª L. Albertos atribuye a Lara un carácter indoeuropeo no céltico, atendiendo a la onomástica aborigen que se mantiene en tiempos del Imperio, inclinándose hacia turmogo con culto a Epona (diosa protectora de caballos).

 Los pelendones poblaron el territorio durante el primer hierro y se considera que fueron una tribu pacífica dedicada básicamente al pastoreo, igual que los turmogos. La denominación goza de gran popularidad pese a estar en entredicho por las contradicciones de los geógrafos romanos y griegos que no llegaron a pisar la península, determinando sus descripciones de oídas. Según Ptolomeo sus ciudades fueron Visontium (por cacofonía se consideraba a Vinuesa, aunque no se ha probado arqueológicamente salvo una indicación rupestre en la vía), Savia y Augustóbriga, que ha pasado a identificarse con el castro de Peñalara. El sufijo “briga” indica altura y fortaleza, que al romanizarse su población se ubicó en el llano y pasaría a denominarse Nova Augusta, considerada civitas.

 Mantuvieron una vía de comunicación que seguía el curso del Arlanza por Salas de los Infantes y la parte alta de la actual carretera que se dirige a Cidones. Otro ramal discurría desde Revenga, pasando por Navaleno y Hontoria, hasta Uxama. Ocuparon Numancia hacia el S. V a.C., adaptando una primitiva cultura ganadera itinerante a un sedentarismo con dedicación agrícola, según se deduce de los estudios de su dieta, la explotación del hierro y el trabajo de la cerámica.

 Adoran a las fuerzas de la naturaleza y, en las noches de luna llena, rendían culto a la puerta de sus casas. En el castro Belendi, cultura Landas, su dios es Belenos, al que se vinculan los “pelendones”, como prueba el árula “Boiogena[e] Numerius” (ABA 39).

 En el castro de Segeda (Canales de la Sierra), identificado en un documento de conveniencia de pastos de 1095, Blas Taracena realizó prospecciones arqueológicas en 1928, descubriendo la muralla y el periplo de la ciudad que considera despoblada entre el S. III al II a.C., coincidiendo con la alianza con Numancia. La homonimia hizo confundir a los autores clásicos entre la fortaleza aragonesa de los belos, ceca Sekaiza, y la oppida riojana arévaca que acuñaba Sekisamos.

 Los vacceos se asentaban en planicies elevadas, páramos o cauces fluviales. Se ubicaron en Tierra de Campos, adentrándose hasta Peñas de Cervera. Según el colectivismo agrario de Diodoro Sículo los campos se dividían en suertes para trabajar la tierra y la producción se repartía dependiendo de las necesidades. La ocultación de la cosecha era penada con la exclusión y hasta la muerte. No obstante, la sociedad se encontraba jerarquizada y se mantenía la práctica de la esclavitud, diferencias sociales manifestadas en el ajuar aparecido en los enterramientos. En Arauzo de Torre, se aprecia cerámica peinada de origen soteño que se intuye en Hortezuelos.

 Los arévacos,  de are- o próximo y -vaccei o vacceos orientales. Según Plinio y Ptolomeo las poblaciones más importantes fueron Clunia; Uxama con ceca Arcailicos, en Burgo de Osma; Termes en Tiermes; Secontia (Lakas), que por la ceca Secotiaz Lacaz se identifica con Langa de Duero; Segovia se encuentra en duda por situarse al límite de la Celtiberia y linda con los vacceos; y Nova Augusta en Lara de los Infantes. Loperráez ya clasificó a Lara como arévaca en 1788, partiendo de Apiano y Estrabón.

 Ocultas en el tiempo se pierden Colenda, ciudad tomada por los romanos en el S. I a.C., Savia, Visontiun, Ocilis y Confloenta; por igual que resulta difícil asignar nombre a los castros de Castrovido, Hontoria del Pinar, Rabanera y los yacimientos de Huerta de Abajo. Hay autores que relacionan a Santa María de Vega con Savia, que fuera una fortaleza militar en el Bajo Imperio y, por ello, sería más coetáneo el castro de La Cabeza.

 Al este de Palacios de la Sierra, en el castro del Hierro II de Hoya de las Culebras apareció cerámica vidriada, un regatón de lanza de hierro y cinco molinos de vaivén. Al sudeste, en el Carrascal se recogieron molinos de mano junto a cerámica y una fíbula en omega, como la que se encontró en Hontoria del Pinar.

 Se muestran como sociedades avanzadas que utilizan sofisticadas herramientas como las hachas de talón, en bronce, que sirven además como moneda de cambio. Y cuchillas de afeitar.


                                                   

   Economía y sociedad celtíbera

 Los celtíberos se establecieron en castros fortificados bien comunicados desde donde controlaban un amplio espacio. Desarrollaron un urbanismo en calles con trazado regular, en especial los vacceos. Las casas se levantaban de adobe y tapial en una sola planta de unos 80 m2, que se distribuían en habitaciones separadas por tablas o cestería embarrada sobre una zapata corrida de piedra y la cubierta a base de ramaje, paja de centeno y escobones que permiten filtrar el humo. En el portal guardaban los útiles que dan paso a la gran habitación central donde se situaba el hogar provisto de bancos, molinos de mano y telar y, al fondo de la casa, grandes tinajas para el almacén de la cosecha. La cerámica se empezó a elaborar a torno hacia el 200 a.C., para el utillaje como la encella, molde troncocónico perforado para la elaboración de requesón. La cerámica aparecida en Lara es negra, incisa y roja con decoración geométrica pintada.



  Vasija de Castrovido, tipo raudense. Museo de Salas.

   En tierras serranas se practica una economía especialmente silvoganadera frente a la dedicación agrícola ejercida en los valles de Los Ausines, Arauzo de Torre y Pinilla Trasmonte. Dispusieron de arado, hoces, escardillos, rejas, bieldos y emplearon el carro, según la cronología de una estela aparecida en Palacios de la Sierra donde se encontraría representado. Cosechaban trigo, avena, mijo, cebada y centeno junto a pequeñas muestras de olivo y vid. En molinos, silos y tinajas almacenan grano y frutos como bellotas, verduras y escasas legumbres, entre las que se encuentran las habaceas. Los celtíberos se caracterizaron especialmente por una tradición ganadera como sugiere el idolillo en barro cocido procedente del yacimiento de La Llana (Castrillo de la Reina), un exvoto de aire misterioso que parece el/la “pastor/a” del bóvido representado en su torso. Crían ganado bovino, ovicápridos, equino –caballos veloces de raza pequeña muy apreciados entre los romanos, mulos y burros-, y en menor medida porcino.

 Su alimentación es a base de carnes variadas como aficionados a la caza en la que se ayudaban de perros y hurón. Las pinturas aparecidas en la cerámica de Clunia sugieren el aporte proteico de pescado. Elaboraban vino con miel y caelia, una bebida de trigo a modo de cerveza.

 Es sintomático que la veneración más importante sea a Lug, deidad de los artesanos. Muestran evidencias de una habilidad y destreza manual que se aprecia en la aparición de cerámica, pesas de telar, fusayolas, torteras para hilar, peine cardador, útiles para trabajos en cuero y en la metalurgia, como forjadores de duras espadas de doble filo en acero bastante flexible que adoptaron los romanos, puñales para la lucha cuerpo a cuerpo, además de hojas de lanzas, puntas de flecha, cuchillos afalcatados de material muy rudimentario y útiles domésticos sencillos como clavos y tijeras de esquilar.
              
  En las tierras de labor de Cabezo Badrillán, próximas al yacimiento de La Rasa (Jaramillo Quemado), aparecieron dos torques de oro provenientes del intercambio comercial de los siglos II al I a.C. Los complementos metálicos en Lara se realizaban en bronce y plata para elementos muy sencillos de funcionalidad agrícola e indumentaria como las hebillas de tres garfios.

 La epigrafía de Tierra Lara presenta origen celta. En la nomina del individuo se registra su gens, que engloba varias gentilites o familias y aporta el sujeto privado. Un pueblo es una gens o alianza de gentes vecinas. Entre tribu y familia, los celtíberos vivían en poblados con miembros emparentados. La cúspide la ostentaban unos pocos guerreros, a un nivel inferior se sitúan artesanos y comerciantes, y abajo los esclavos. Forman una sociedad patriarcal donde un consejo de ancianos elegía un caudillo para dirigir las operaciones militares. El guerrero era considerado un modo de vida y los larenses tenemos constancia de que se alistaron como mercenarios.

   En Salas, aparecieron espadas arrojadas al río, como puerta al otro mundo, donde los guerreros se despojaron de sus armas ofrecidos a la diosa Nadia con la idea de la reencarnación. 

 Los pueblos celtíberos son receptivos al foráneo que trajina para tratar con su mercancía, como se deduce de las inscripciones de las téseras que muestran la hospitalidad hacia los mercaderes. Mediante hospitum o pacto establecieron relaciones con comunidades a larga distancia por necesidades comerciales o políticas, entre las que se presupone la práctica trasterminante. La vinculación de estas téseras apuntan una posible trashumancia desde el Alto Duero con tierras extremeñas. 

 El suicidio numantino mitifica en la leyenda la manera de ser del celtíbero que se entrega en devotio. Clunia aparece en las guerras sertorianas del 82 al 72 a.C., apoyando a su líder que se puso de parte de los indígenas al enfrentarse al Imperio romano y fue venerado inclusive una vez muerto. Exponían a los guerreros que perecían en combate ante los buitres por considerar que las rapaces los portaban al Más Allá, así lo verifica Blas Taracena en un recinto circular de piedras para dicho ritual en Numancia, donde también lo representaron en cerámica.

  Los topónimos locales recogen cultos celtas en la numerosa manifestación de aras que pudieron otorgar el nombre a Lara; el vocablo kar´ aparece en las téseras como abreviatura de hospitum que asigna a la montaña sagrada, de donde podría provenir kar-azo; Mons Dercetius fue la designación de Estrabón para Sierra de la Demanda y se correspondía con una divinidad a la que se venera por estas cimas con sentido de visión o aparición; adoran a los elementos de la naturaleza y de manera especial al agua dur en Duero y Duruelo, en Nela y Arl-antia y al Dios prerromano Airón (laguna de Aldea del Pinar); a los animales en el árula dedicada a Epona, divinidad protectora de los caballos; a los bosques y montes, de donde surge el eremitorio de San Millán de Lara, y al dios Sol.

 Las matres son deidades representadas en una mujer mayor de aspecto joven que porta una cesta de alimentos y sostiene a un niño en señal de protección de la fertilidad de los campos. El culto pervive tras la romanización y han aparecido imágenes de matres Tendeiteris en Barbadillo del Mercado (ermita del Amparo) y Hontoria de la Cantera (San Felices), una matres Monitucinis en Salas de los Infantes (origen incierto al ser adquirida a un anticuario), dos Abascantus en Covarrubias y una Matribus [T]endeiteris de Félix Priscae para Prisa. José Antonio Abásolo adjudica las tres al yacimiento de La Muela, despoblado de Santa Olalla en la sierra de Las Mamblas, donde apareció un ara dedicada a Júpiter.


   Entidad aborigen 

 El castro de Peñalara pudiera corresponderse con la Augustóbriga de Ptolomeo, considerada por Ángel Ocejo como pelendona e identificada con Nova Augusta según la inscripción de un pacto de hospitalidad con Castromao (Orense). Ocupa una extensión de 15 ha para las que se estipula una densidad de 250 habitantes cuando fue municipio romano. El descenso al llano se atribuye a la predilección por los terrenos de cultivo villae rusticae que se extendieron por vicis y fundis bajoimperiales en Villaespasa, San Millán de Lara, Cubillejo, Campolara, Mazariegos y La Aceña (Las Encinillas), sin olvidar las funciones como templo de Quintanilla de las Viñas, los alfares en Mambrillas y el control militar de paso por la vía de San Pedro de Arlanza.        

 Los epígrafes celtíberos son escasos en Iberia y tan sólo presentan tres muestras en Clunia, sin embargo, en la mayoría de las estelas de época romana los oferentes y sus dedicatorias suelen consignar onomástica indígena. En la cueva de san García (Briongos) aparece junto a los grabados rupestres la inscripción celta: “Ku.s.u.´r.a.ba.´s” o “Te.s.u.´r.ko.ba.´s”  y “U.s.e.o.´s” o “ka.u.s.ka.o.´s”, que M.ª Lourdes Albertos transcribe por el nombre propio “U.s.e.i.s.u”, de la gentilidad Usseiticu(m), una divinidad que aparece en Laguardia y Clunia. Las inscripciones según Antonio Tovar se corresponderían con el periodo Hallstáltico del siglo VIII-VII a.C.

     Desde el S. I se manifiesta una cuantiosa producción de estelas con una decoración indígena a base de motivos geométricos y figurativos muy personalizados en nuestra comarca. No se depositaron en necrópolis sino que se encontraban localizadas por los caminos para estar presentes entre los vivos. Principalmente aparecieron concentradas en Lara y alrededores como en Iglesia Pinta, San Millán de Lara, Quintanilla las Viñas, Revilla del Campo, yacimiento de cueva de La Ermita (Hortigüela), Campolara, La Muela (Covarrubias), San Felices (Hontoria de la Cantera), Ermita del Amparo (Barbadillo del Mercado), Urria (Barbadillo del Pez), Briongos, Santa Cecilia (Santibáñez del Val) y Contreras.

 Los celtas fueron ágrafos pero como sostiene Martín Almagro Gorbea manifiestan la influencia su tradición en los textos de la literatura medieval y en las cabezas cortadas, la piedra con el valor real en el carro o la metáfora de cruzar el río para ir al Más Allá que aparecen en Los siete infantes de Lara, Mio Cid y el Poema de Fernán González, sus protagonistas muestran una impronta de influencias de la celtiberia que arraiga en estas tierras.










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*Vettones
Santuario de Ulaca (Ávila). Sacrifico de animales que con vertido de sangre de animales,
Berracos se localizan en zonas de pasto crítico a modo de dehesa. Señalizando la posesión.


Vacceos- Tierra de campos, cultura del soto. Primera edad del Hierro a la Edad del Bronce. 5.000 habitantes en Pintia, en una superficie de 500 km cuadrados.
 


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