martes, 12 de abril de 2022

ANTONIO DE NEBRIJA O EL RASTRO DE LA VERDAD, de JOSÉ ANTONIO MILLÁN


    Elio Antonio de Nebrija (Lebrija, 1444-Alcalá de Henares, 1522) fue conocido entre nosotros sobre todo por su malinterpretada frase 'siempre la lengua fue compañera del imperio´que forma parte del lema de nuestro marcapáginas. Desde su cátedra de Salamanca quiso aumentar el conocimiento del latín, la lengua franca de la cultura europea. Escribió una gramática española (la primera publicada de una lengua vulgar) y elaboró diccionarios latín-español y español-latín, y una ortografía de nuestra lengua. Se interesó por la fonética del castellano, del latín y del hebreo, y lamentó la catástrofe cultural de la expulsión de los judíos. Por su ansia de profundizar en la obra de los clásicos es equiparable a los humanistas italianos, con quienes se formó. Se preocupó de cuestiones prácticas y científicas, como el valor real de las medidas de la Antigüedad, en un momento en el que Colón disputaba en Salamanca sobre el tamaño del globo.


     Su espíritu crítico le llevó a revisar la traducción canónica de las Escrituras. Cuando Nebrija detectó problemas en su transmisión (siguiendo el rastro textual), la Inquisición intentó acallarle. Nebrija fue de los primeros autores europeos en escribir casi exclusivamente para la imprenta, y el primero que usó la nueva estructura de protección de los derechos de autor que proporcionaban los privilegios y tasas reales. Esta biografía quiere borrar los rasgos imperiales en el Nebrija recibido, y a cambio darnos al humanista orgulloso y brillante, que no vaciló en enfrentarse a su tiempo en su búsqueda de la verdad.

    Su labor como filólogo le permitió “encontrar la senda de la verdad y detectar errores en medio de unos manuscritos anquilosados en el tiempo y por la religión, sobre textos copiados de mano en mano", como viene a decir Millán. Sus convicciones y valentía le pusieron en el punto de mira de la Inquisición y estuvo a punto de ir a la cárcel de no interceder Cisneros.

    Este trabajo constituye una completa revisión de la biografía del gran humanista Antonio de Nebrija, para la que se ha acudido en todo momento a las fuentes bibliográficas y archivísticas originales, en no pocos casos desconocidas e inéditas. El resultado es una puesta al día de todo lo que sabemos sobre este ilustre profesor y filólogo que desarrollo su carrera durante el reinado de los Reyes Católicos.



 

    El lingüista José Antonio Millán (
«Antonio de Nebrija o el rastro de la verdad», Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2022), llena un vacío en la esfera de la divulgación histórica, ya que la reciente obra de Pedro Martín Baños (La pasión de saber. Vida de Antonio de Nebrija, Universidad de Huelva, 2019), resulta monumental por su erudición, rigor y exhaustividad en el estudio de las fuentes, probablemente es demasiado compleja y voluminosa para el lector común.

    Estamos ante «una biografía intelectual», como explica Millán, en la que apenas hay drama o aventura. Es la vida de un profesor de la temprana Edad Moderna, muy parecida a la de los profesores universitarios del siglo XXI. Resulta curioso constatarlo al hilo del retorno en 1475 a la Universidad de Salamanca de Nebrija como profesor de poesía y oratoria tras diez años de ausencia (incluidos cinco años italianos que le cambiarían, como alumno del Colegio Español de Bolonia). Al comentar la obtención por Nebrija de la cátedra de gramática de Salamanca, Millán apunta que «Por supuesto, ayer como hoy, los simples méritos intelectuales o docentes no bastaban para conseguir una cátedra, porque quienes las detentaban con frecuencia maniobraban para que pasaran a alguien de la familia y se daba el caso que el hijo heredaba la cátedra del padre, o se devolvían favores. Igualmente, el hecho de haber estudiado en la misma Salamanca era un mérito frente a los candidatos ‘de fuera’. Como se ve, todas ellas cuestiones que seguirían siendo típicas de la Universidad andando el tiempo».

    Un aspecto de la figura de Nebrija que ha quedado oscurecido por su brillante carrera como gramático es la de su condición de humanista cristiano. Al igual que sucedía con Erasmo y otros humanistas de su tiempo, su pasión por el estudio de las lenguas clásicas estaba íntimamente relacionada con su anhelo por comprender el significado de la Sagrada Escritura en sus lenguas originales. Los humanistas italianos veían no solo lenguas de la época clásica en la triada formada por el hebreo, el griego y el latín, veían la lengua de la Torah, la Septuaginta y la Vulgata.

                            

    El propio Nebrija, Bachiller en Teología, lo expresaba así, según lo cita Millán: «La religión cristiana está contenida sobre todo en aquellas tres lenguas que quedaron consagradas en el Título de la Cruz (…) desde la hebrea, en la que por vez primera fue anunciada nuestra salvación, pasando por la griega, en la que fue escrita la cultura humana, hasta la latina, que tuvo la dominación de todo el orbe».

     Un último aspecto de la obra de Nebrija que aborda Millán de forma sugerente, aunque a nuestro juicio no termina de profundizar en la cuestión, es la de la polémica vinculación del gramático con la gestación de la idea de Imperio en la España de 1492. Como es bien sabido, en el Prólogo de la Gramática de Nebrija dedicado a Isabel la Católica se lee: 
«Cuando bien conmigo pienso, muy esclarecida Reina, y pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas, que para nuestra recordación y memoria quedaron escriptas, una cosa hallo y: saco por conclusión muy cierta: que siempre la lengua fue compañera del Imperio; y de tal manera lo siguió, que juntamente començaron, crecieron y florecieron, y después junta fue la caída de entrambos».



 El libro de Millán no hace sombra a la biografía de Martín Baños, obra de referencia sobre Nebrija, sin embargo, esta resulta más resulta atractiva para aquel que sienta curiosidad por este gran humanista, tanto por lo bien escrita que está como por su amenidad, sin que por ello deje de ser una obra rigurosa que refleja un perfecto conocimiento del personaje y su época 

    Como apunta el propio Millán, «La relación entre la lengua latina y el Imperio Romano era un lugar común del humanismo». Muchos humanistas italianos fueron acérrimos defensores del Imperio, desde Dante a Gattinara, incluyendo a Petrarca o Piccolomini. Y esta es la tradición política de la que probablemente se hace eco Nebrija.



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