lunes, 21 de octubre de 2024

HISPANOAMÉRICA. CANTO DE VIDA Y ESPERANZA, de ANDRÉS LÓPEZ LINARES

 


Autor: Andrés López Linares.
Editorial: Plaza & Janés
Tapa dura
256 páginas
18 x 25 cm
Edición muy cuidada, ilustrada en tapa dura.
  • ISBN: 9788401035456
  • P.V.P.: 29,95 € 5% de descuento a 28,45 €

Hispanoamérica es el sueño de una cultura hermanada entre los dos hemisferios.
"Canto de vida y esperanza" proviene de la obra y versos de Rubén Darío.

La obra que presentamos, primero película no ficción y ahora en formato libro, del productor especializado en el documental Andrés López Linares, gran director de fotografía del cine español que trabajó con Víctor Erice, Alain Tanner, Fernando Trueba y Carlos Saura; y galardonado con tres premios Goya.

    Después de España, la primera globalización, donde desmitifica la leyenda negra, y de la que ésta puede considerarse una continuación, en la que para el autor, hasta el momento, es su mejor obra, donde muestra una visión polifónica de testimonios de juristas a la altura de Carmen Iglesias: "de la Historia comparada surge la historia incomparable. De las historias entrelazadas el nosotros y la historia global"; profesores de Universidad como Adelaida Sagarra: "Lo que nos hermana es la historia común"; e historiadores de las dos orillas, como el mexicano Juan Miguel Zunzunegui: "Hispanoamérica, canto de vida y esperanza se inscribe y marca con su sello la segunda ola de la rebelión hispanista"; el analista en geopolítica y relaciones internacionales Marcello Gullo Omodeo autor de "Madre Patria" explica el error en optar por llamar latinoamerica a hispanoamérica; y las voces anónimas desde la intrahistoria de personajes que declaran lo que sienten: una duda en la identidad entre lo aborigen y la mezcla hispana.
Una visión espontánea de lo que es la Hispanidad llena de música de viento, de Arte barroco, religiosidad cristiana que adora a una Virgen de Guadalupe mestiza. Desde que Isabel I de Castilla decretara a las "Indias" como la nueva España, provincia con igualdad de derechos a la corona en las leyes de Burgos (1521) y la unión entre nativos e "invasores" respetuosos que no expoliaron colonias sino que aportaron sus conocimientos en los primeros hospitales, universidades y sus creencias religiosas.
Un fresco barroco repleto de música y color que genera la Edad Moderna en el mundo.
"No sabremos quienes somos si no conocemos América"



miércoles, 16 de octubre de 2024

SALTERIO DE INGEBORG. Salmos bíblicos en un manuscrito iluminado de finales del siglo XII

PRECEDENTE LIBRO DE HORAS

 

    El Salterio de Ingeborg es un manuscrito iluminado de finales del siglo XII, conservado en el Museo del castillo de Chantilly (Francia) Sig. Ms 9 Olim 1695. La obra es uno de los más significativos ejemplos sobrevivientes de la pintura gótica temprana. Este salterio, o libro de salmos, fue creado alrededor de 1195 en el norte de Francia para Ingeborg de Dinamarca, reina de Francia y esposa del rey Felipe II de Francia. Se desconoce la persona que encargó el Salterio, aunque se cree que pudo ser Étienne de Tournai o Eleanor de Vernandois, condesa de Beaumont-sur-Oise.

Edita Ars Milleni, impreso en los talleres de Alfonso y Miguel Ramos

Madrid, 1999

Aproximadamente 400 páginas 

Formato: 21 x 32 x 8 cm

Peso: 4100 gramos

ISBN: 3201012742 

9788493021184

Ejemplar completo, en perfecto estado y correspondiente a la coedición española numerada.

    Edición limitada de 500 ejemplares, impresa en Austria por la Akademische Druck und Verlagsanstalt en Graz (Austria), de los cuales 120 lo vinieron para España, incluyendo el facsímil que realizó en 1999 Adeva, encuadernado especialmente en piel vuelta labrada en seco y estudio en volumen aparte. Ambos libros se presentan en un estuche abierto, tipo guardapolvo. El libro estudio complementario con textos en español, encuadernado especialmente para este ejemplar en piel editorial y guardas de agua artesanales, con la traducción al castellano del texto original por Florens Deuchler. 

    El manuscrito fue un libro de oraciones para devocionales privados y contiene un calendario, los 150 salmos en latín y otros textos litúrgicos. Cada salmo y cada oración se introduce con una inicial. El texto de los salmos sigue la Vulgata Latina. 

    En total 400 páginas, de las cuales 51 contienen ricas miniaturas a página completa y con gran profusión de pan de oro, así como numerosas y espléndidas iniciales. El texto está escrito en letra gótica minúscula temprana.  

   Está escrito en la llamada littera psalteralis, una escritura de libro utilizada alrededor del año 1200. Las letras son tan uniformes y de una caligrafía de tan alta calidad que es imposible distinguir entre diferentes escritores. Las oraciones litúrgicas concluyen el libro. Originalmente fueron formulados con inflexiones femeninas, que fueron cambiadas en algunos lugares por un usuario masculino posterior. Cada una de las doce páginas del calendario contiene un mes en el que se introducen los días festivos, festivos y conmemorativos. Es un calendario perpetuo con letras de la A a la F en lugar de los días de la semana. El encabezado de cada mes es un hexámetro que indica el número de días. El calendario era el esquema habitual del calendario de los santos de la época. 

    Para la escritura se utilizaron cuatro colores, además de tinta negra, azul, rojo y dorado, y los días de mala suerte marcados D[ies], por ejemplo = dies Ægyptiaci (= días egipcios) se marcaron en rojo. Las fiestas de los santos, marcadas en oro, se añadieron al esquema ya trazado por el pintor de los medallones. Más tarde, Ingeborg o su escriba agregaron algunas entradas necrológicas. En cada página hay dos miniaturas en marco redondo sobre fondo dorado, el signo del zodíaco, que se inserta junto al día en que el sol entra en la constelación correspondiente, y una escena de la vida cotidiana correspondiente a cada mes, por ejemplo la oveja se esquila en junio y la recogida de la cosecha del vino en septiembre.

    Miniaturas de estilo gótico temprano, de media página y página completa, no están relacionadas ni en contenido ni en forma con los textos, sino que forman una Biblia ilustrada independiente que, además de escenas de la vida de Jesús. 

Beso de Judas. Cristo es cogido por la muñeca.

    Incluye también cuatro escenas del Antiguo Testamento y un ciclo con seis imágenes que hacen referencia a la veneración de la Madre de Dios María. Cada página de imágenes está rodeada por un marco que las separa entre sí donde hay una o tres imágenes en una página. En algunas imágenes el fondo dorado está decorado con motivos perforados. 

Abraham sacrifica a su hijo Isaac, prefiguración de la parábola al hijo de Dios

    Sus miniaturas a página completa son realizadas por dos iluminadores, uno de los cuales trabaja con una tradición más antigua que el otro, pero en todas partes hay un desarrollo estilístico que ignora esta división y presumíblemente se debe a la empresa común. Las miniaturas anteriores, del maestro mayor, tienen pliegues bizantinos más planos similares a los de la iluminación de Salzburgo, pero pronto se afilan en crestas y valles y la técnica más nueva domina el trabajo del maestro más joven, que se desarrolla en su máxima extensión. en su miniatura de Pentecostés. 

Pentecostés

    En todas las miniaturas de Ingeborg los rostros son particularmente plásticos y redondeados, pero siempre con cierto patetismo o tensión en sus expresiones; nunca exhiben la calma observable en el Salterio de Westminster. Sin embargo, sólo el maestro más joven consigue dar una plasticidad convincente a los cuerpos cubiertos. Como era de esperar de un libro de esta importancia, se ha debatido mucho sobre la fecha y procedencia del Salterio de Ingeborg. La sugerencia definitiva más reciente es alrededor de 1195 en el noreste de Francia, posiblemente en la diócesis de Noyon; pero el debate continúa.

El árbol de Jesé

    Charles de Sourdeval lo introdujo en 1864 como Salterio de San Luis. Tres años más tarde, Léopold Delisle lo relacionó con la princesa danesa Ingeborg, consorte de Felipe Augusto, rey de Francia.

    El códice contiene primero un calendario con el zodiaco, seguido por miniaturas de página entera y el texto. Los textos de los salmos en littera psalterialis, van acompañados de diversos textos litúrgicos. El manuscrito se puede calificar como el antecedente de los libros de horas.

Calendario con horóscopos

    Erwin Panofsky, en uno de sus estudios, indica que la importancia del manuscrito consiste en que éste marca, en la pintura, el estadio estilístico que representan las esculturas del crucero de la Catedral de Chartres en las artes plásticas; sin embargo, estos estudios el manuscrito nunca había sido prestado a ninguna exposición de manuscritos del momento. Además, su procedencia y su datación son demasiado amplias (desde el este del río Rin hasta el sur de Inglaterra y entre el 1190 y el 1220, respectivamente).

    Günter Haseloff ayudó a esclarecer el problema relacionándolo con el Psautier glosé Ms. 338 de la Biblioteca Pierpont Morgan de Nueva York, afirmando que se puede atribuir a los miniaturistas del Salterio de Ingeborg.


    Por otro lado, Eric. G. Millar relacionó en 1928 el Salterio de Ingeborg con una Biblia de Londres (B.M., Add. Ms. 15452), algo posterior, que constituye el punto de partida para la evolución de los manuscritos miniados en Francia en la primera mitad del siglo XIII.

   Estas obras son las que, gracias a extensos estudios, permiten establecer una unión entre el estilo asociado al siglo XII con un estilo denominado propiamente como gótico con influencia bizantina, siendo el Salterio de Ingeborg un claro reflejo de ello.



    El nivel en la iluminación de los manuscritos es tal que sólo puede describirse mediante epítetos y superlativos. La magia deslumbrante que proporciona el dorado idealiza las escenas representadas. La historia sagrada se encuentran idealizadas con una iconografía simbólica que descifra Florens Deuchler en su estudio de los gestos y acciones de los personajes y por detalles de los elementos compositivos. 


Recomendamos las entradas a nuestro blog:


LIBRO DE HORAS: 

SANTA MARÍA REINA 

de Federico Delclaux



BEATO DE SAN MILLÁN DE LA COGOLLA: ASPECTOS TEXTUALES Y CODICOLÓGICOS





jueves, 26 de septiembre de 2024

EL TRATADO DEL ESPHERA Y DEL ARTE DE MAREAR- FRANCISCO DE FALEIRO, MINISTERIOS DE DEFENSA Y AGRICULTURA

    El Tratado de la Esfera y del Arte del Marear es un texto conciso, que explica la cosmología/astronomía de su época ("la Esfera" descrita por Joannes de Sacrobosco) y soluciona algunos problemas relacionados a la navegación (el "arte del marear") a la hora de pilotar las embarcaciones. Su importancia histórica es inmensa.




El Tratado del Esphera y del arte de marear: con el regimiento de las alturas: con algunas reglas nuevamente escritas muy necesarias.
 
Francisco Faleiro

Sevilla: Juan Cromberger. Con privilegio imperial (1535)

Edición facsímil de los Ministerio de Defensa y del Mº de Agricultura. 1989

Cuidada edición en tapa dura imitación de la pasta española de la época

300 Páginas 

18 x 23 cm.

P.V.P.: 50,00 €

 
Los LIBROS DE NAVEGACIÓN que salieron de la Casa de la Contratación de Sevilla, fueron concebidos como libros de texto para enseñar a los pilotos los rudimentos técnicos del arte de navegar, que como parece indicar el vocablo “arte” no era completamente una ciencia sino una habilidad que solo alcanzaban a dominar los que surcaban los mares. 

Esta práctica, con el transcurso del tiempo, se había complicado de tal manera que era necesario añadirle unas buenas dosis de “ciencia”, y aquí empezaban los problemas ya que los marino de la época, en su mayoría, no eran hombres “cultivados”. 

Con esta premisa, los manuales de navegación pretendían ser muy sencillos y asequibles, y se atenían a las directrices emitidas por las autoridades de la Casa de la Contratación.

El catedrático de cosmografía de la Casa estaba obligado a explicar el programa de estudios de los pilotos que se habían de examinar para ir a las Indias; las lecciones trataban de proporcionar una ligera noción de la esfera, de la altura del sol y la manera de observarla, del uso y construcción de la carta de marear; del empleo, fabricación y cuidados de los instrumentos de navegación: astrolabio, ballestilla, cuadrante y, sobre todo, de la aguja de marear y de sus variaciones; y, por último, de la utilización de los relojes nocturnos y diurnos, y las mareas.

Todas estas reglas para la navegación de los pilotos y navegantes se englobaban bajo el nombre genérico de Regimiento de Navegación, aunque también se denominaban más literariamente Arte de Navegar, Luz de Navegantes o Espejo de Navegantes y solían tener, por lo general, al final, una hidrografía o derrotero que era donde se explicaban los casos prácticos de la navegación a las Indias. 

La parte teórica de la náutica, que trataba cuestiones de navegación especulativa, no iba dirigida a los pilotos y marineros y se llamaba Tratado de la Esfera. Autores de estos Tratados fueron Gemma Frisio, Joannes de Sacrobosco y Rodrigo Zamorano, entre otros. Esta dicotomía entre la teoría y la práctica no era estricta, y así, por ejemplo, Martín Cortés escribió un Tratado de la esfera y Regimiento de Navegación juntos.

El primer Tratado español sobre navegación fue escrito por Martín Fernández de Enciso en 1519, y a éste seguirían muy de cerca autores como Faleiro, Chaves, Medina, Cortés, Escalante, Zamorano, Poza, García de Palacio, Lavaña, Syria y Nájera…cuyos trabajos constituyen una de las joyas más apreciadas de la Biblioteca del Museo Naval de Madrid

Francisco Faleiro publicó el Tratado del Sphera después de concedida la licencia para imprimirlo y privilegio por 10 años, el 18 de agosto de 1532. El Tratado, escrito en castellano, está impreso en letra gótica, consta de 51 hojas sin numerar y con grabados. La obra consta de dos partes y posee 14 láminas pero carece de índice de materias de capítulos al final. La primera parte se subdivide en 22 capítulos, y el mismo autor dice en el prólogo que esa parte es un Tratado de la Esfera y de sus movimientos, y cómo la tierra está en el centro de ella. La segunda es el propio Regimiento, y está subdividida en 9 capítulos, tratando de las alturas y el arte de marear, la declinación del sol y las reglas para conocer la derrota.

Como el título de la obra indica, está compuesta por una parte teórica, el Tratado de la Esfera, en la que se sigue las doctrinas tradicionales y se inclina por el sistema geocéntrico postulado por Ptolomeo y demás autoridades clásicas; y sigue una segunda parte, el Arte de Navegar, que responde a las características de los Regimientos de Navegación, si bien carece de la parte dedicada a uso y construcción de instrumentos náuticos y el derrotero.

La distribución de los capítulos es análoga a la que siguió Sacrobosco en su Sphera Mundi y los temas son los mismos de Fernández de Enciso, aunque mejor explicados.
El original fue examinado por Salaya, catedrático de Astrología de la Universidad de Salamanca. Fernández de Navarrete en su Biblioteca Marítima dice que es una obra sumamente rara y que en España solo hay dos ejemplares: uno en la Biblioteca Nacional y otro en la Academia de la Historia, además del que se encuentra en la Biblioteca del Museo Naval de Madrid que aquí presentamos.

Dra. Carmen Torres López
Titulada Superior del Órgano de Historia y Cultura Naval


FRANCISCO DE FALEIRO Covilhã (Portugal), f. s. xv – Sevilla, c. 1574. Navegante y cosmógrafo.

De origen portugués, llegó a España junto con Fernando Magallanes y su hermano Rui, que en octubre de 1517 se encontraban en Sevilla para proponer a Carlos I que organizara una gran expedición para ir a la India y a las islas de las especies por un camino más corto y diferente al descubierto por los portugueses “por cierto estrecho de mar que sabían”.

El proyecto agradó, y se esperó a que el Monarca volviese a España, acordándose que Magallanes y Rui Faleiro formalizasen la propuesta; el 22 de marzo de 1518 se firmaron las capitulaciones del viaje, y a Francisco se le concedieron 35.000 maravedís anuales, para que trabajase en los preparativos. La armada partió de Sevilla el 10 de agosto de 1519, pero aunque Magallanes pidió al Rey que Francisco Faleiro fuera nombrado comandante de uno de los navíos no lo consiguió, éste se quedó en la ciudad hispalense, trabajando a partir de esa fecha como cosmógrafo al servicio de la Corona de Castilla, con un sueldo considerable para la época. Tampoco Rui embarcó, parece que por desavenencias con Magallanes y padecer desequilibrios psíquicos.

Aunque no realizó el viaje con Magallanes, Francisco Faleiro colaboró con su hermano en varias instrucciones científicas, como la elaboración de un regimiento de navegación, con un método para observar la longitud, que utilizó el cosmógrafo y piloto Andrés de San Martín; se tiene constancia de las observaciones que fue haciendo a lo largo del viaje, pues San Martín escribió un derrotero, muy alabado después por el cosmógrafo Juan Bautista Gesio en un informe entregado a Felipe II en 1579 y por otros autores posteriores. Aunque San Martín falleció en el viaje, su derrotero fue utilizado en navegaciones al Estrecho.

En 1531, Francisco Faleiro escribió a Carlos I, lamentando haber sido apartado de la armada de Magallanes y de los beneficios que reportó, para solicitar aumento de sueldo, advirtiendo de que si su petición no era atendida podría ofrecer sus servicios en otra Corte; el Consejo de Indias informó favorablemente y su salario fue aumentado en 15.000 maravedís anuales más.

Junto a Hernando Colón, Sebastián Caboto y Alonso de Santa Cruz, Francisco Faleiro fue nombrado para examinar los instrumentos que se proponía hacer el cosmógrafo Gaspar Rebelo, y con ellos y los demás cosmógrafos de la Casa de la Contratación, Alonso de Chaves, Pedro de Medina, Alonso de Santa Cruz y Diego Gutiérrez, colaboró desde 1536 hasta 1553 en las revisiones del padrón real o mapa patrón que se elaboraba en la citada institución sevillana. En 1554 emitió un parecer sobre las cartas de doble graduación hechas por Diego Gutiérrez, condenándolas, en un pleito en el que intervinieron, además de algunos de los cosmógrafos citados, Sebastián Caboto, Pedro Mexía y Jerónimo de Chaves. En las cuentas de la Casa de la Contratación entre 1562 y 1566, Faleiro figura como cosmógrafo a la par que Alonso de Santa Cruz, Jerónimo de Chaves y Sancho y Diego Gutiérrez.


Francisco Faleiro participó en la Junta formada en 1566, junto a Jerónimo de Chaves, entonces piloto mayor, Pedro de Medina y Sancho Gutiérrez, para determinar la línea de demarcación entre los dominios españoles y portugueses en el Pacífico, particularmente la posición de las Molucas y Filipinas, a las que había llegado Legazpi, por lo que recibió 142 ducados.

En 1574 fue llamado como el mayor experto en instrumentos náuticos que había en Sevilla, en un pleito a Sancho Gutiérrez. Habían pasado cincuenta y siete años desde su llegada a España, por lo que ciertamente debía de ser muy mayor.

Su Tratado del Esphera y del Arte de Marear, con licencia para su impresión por diez años concedida por la reina doña Juana desde Tordesillas en 1532, poco después de la queja de Faleiro y su aumento de salario, vio la luz en Sevilla en 1535, una vez terminados los diez años del privilegio que había conseguido Fernández de Enciso para su Suma de geografía; fue aprobado por Juan de Salaya, protomédico y catedrático de Astrología de la Universidad de Salamanca y está dedicado al presidente del Consejo de Indias, García Manrique, conde de Osorno. Su importancia radica en que es el primero de una serie de tratados de navegación editados alrededor del ambiente de la Casa de la Contratación, al que seguirían los de Pedro de Medina y Martín Cortés. El Tratado está dividido en dos partes y tiene catorce láminas; en la primera incluye su propia versión de la Esphera de Sacrobosco, y sus tablas astronómicas están calculadas para los años 1529-1532; no incluye nada de geografía o derroteros, pues no debían darse a conocer, aunque sí las reglas para seguir las derrotas, y refuta algunas creencias populares, entre ellas la de que el sol padecía durante los eclipses. En la segunda parte “que trata de las alturas y arte de marear con algunas reglas nuevamente escritas”, Faleiro presenta cuatro procesos para la determinación de la declinación magnética por observaciones solares, ya que, como su hermano Rui, pensaba que se podría llegar a calcular la longitud de un lugar a partir de dichas determinaciones. El Tratado del Esphera es eminentemente práctico, pues ya manifiesta en el prólogo que no conocía el latín, no tenía estudios, y va dirigido a los pilotos; pero en el informe contra Diego Gutiérrez, en 1554, se lamentaba de que los pilotos no utilizaban su instrumento para la declinación magnética, porque preferían seguir con sus propios métodos y su rutina de navegar por los rumbos de la aguja no corregidos.

Como recoge Teixeira da Mota, la contribución de Francisco Faleiro a la náutica ha sido alabada por muchos estudiosos españoles y portugueses, pero el tratado no tuvo la difusión que alcanzaron otros posteriores y apenas se encuentra en las principales bibliotecas de Europa.

Obras de Francisco Faleiro: Tratado del Esphera y del Arte de Marear: con el regimiento de las alturas: con algunas reglas nuevamente escritas muy necesarias, Sevilla, Juan Cromberger, 1535 (reprod. facs. en J. Bensaude, Histoire de la science nautique portugaise à l’èpoque des grandes decouvertes: Collection de documents publiés par ordre du Ministère de l’Instruction Publique de la République Portugaise, Múnich, 1915; Est. de R. Arroyo Ruiz-Zorrilla, transcr. de J. L. Martín Rodríguez, Madrid, Ministerio de Defensa- Ministerio de Agricultura, 1989 [ed. no venal]).


Bibl.: M. Fernández de Navarrete, Disertación sobre la historia de la náutica y de las ciencias matemáticas, Madrid, Viuda de Calero, 1846 (ed. facs., Valencia, Librerías París-Valencia, 1998, págs. 147-152); F. Picatoste Rodríguez, Apuntes para una biblioteca científica española del siglo xvi, Madrid, Tello, 1891, págs. 92-93; J. Bensaude, Histoire de la science nautique portugaise á l’èpoque des grandes decouvertes [...], op. cit.; J. Pulido Rubio, El Piloto Mayor de la Casa de la Contratación, Sevilla, Escuela de Estudios Hispano-Americanos, 1950 (2.ª ed.), págs. 403-407, 482-487; A. Teixeira da Mota, “A contribução dos irmaos Rui e Francisco Faleiro no campo da náutica em Espanha”, en A viagem de Fernão de Magalhães e a Questão das Molucas, Lisboa, Centro de Estudos de Cartografia Antiga, 1975, págs. 315-341; U. Lamb, “Faleiro, Francisco”, en J. M.ª López Piñero, Th. F. Glick, V. N avarro Brotons y E. Portela Marco, Diccionario Histórico de la ciencia moderna en España, vol. I, Barcelona, Península, 1983, págs. 320-321.



Isabel Vicente Maroto
Academia de la Historia

CARTEIA III. MEMORIAL.

CARTEIA ARQUEOLÓGICA DE UN DOMINIO PÚNICO DE LAS MÍTICAS TORRES DE HÉRCULES


 

Editorial: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura. Universidad Autónoma de Madrid, CEPSA

Autores: Lourdes Roldán Gómez, Juan Blánquez Pérez

Madrid, 2011. 

Encuadernación en tapa dura con sobrecubierta.

496 pp., 25  x 31 x 4 cm.

ISBN 10: 8483441675  

ISBN 13: 9788483441671

3130 gr. 

P.V.P. 60,00 €


Profusamente ilustrado con fotografías de época y en color de nuestros días 


    Profesores de la Universidad Autónoma de Madrid y miembros del CSIC recogen en este memorial los primeros pasos de la arqueología púnica en España y las excavaciones en Carteia en los sesenta años de investigaciones arqueológicas del yacimiento. 

    El nombre Carteia aparece en las fuentes griegas y se asemeja a Cartago. En el siglo VII a.C se inició como asentamiento fenicio, que fue dominio romano en las guerras púnicas del siglo III a.C y en el 171 lo convierten en Colonia Libertinorum Carteia, primera colonia  fuera de lo que será el territorio itálico. Las fuentes documentales reconocen una población de 4000 militares y sus familias.

Los estudios historiográficos del yacimiento en la arqueología española se remontan a Julio Martínez Santa-Olalla, que aplica la escuela alemana donde se formó incorpora el reconocimiento de los hallazgos en cuadrículas milimetradas.






Las excavaciones en Carteia en la década de los años 50-60 con las necrópolis tardoantiguas de Carteia. Nuevos documentos para su análisis: 


Las excavaciones de la Bryant Foundation y  Daniel E. Woods, a quien le siguen Francisco Collantes de Terán y Delorme; 

  Concepción Fernández-Chicarro y de Dios. Las excavaciones de Francisco José Presedo Velo en Carteia (1970-1986).  

 Se presentan los grabados y la cartografía histórica y la fotografía de época con la documentación presente.

 


    El libro se detiene a contemplarla cartografía histórica del Campo de Gibraltar, Carteia se localiza en la antigua desembocadura del río Guadarranque en lo que era el Cortijo del Rocadillo, en San Roque (Cádiz). En las inmediaciones de Algeciras, al otro lado del peñón. 

Cortijo del Rocadillo

    Un álbum para el recuerdo que se recrea con la imagen antigua de Carteia desde la Venta Miraflores al Hostal Carteya, nombre actualizado según la pronunciación que se da al yaacimiento. Cincuenta años de una historia paralela.


miércoles, 18 de septiembre de 2024

EL ARQUEÓLOGO JUAN CABRÉ (1882-1947). LA FOTOGRAFÍA COMO TÉCNICA DOCUMENTAL



El arqueólogo Juan Cabré 1882 1947. La fotografía como técnica documental.

Ministerio de Cultura, Subdirección General del Instituto del Patrimonio Histórico Español- Universidad Autónoma de Madrid,- Museo de San Isidro, 

Madrid, 2004. 

Juan Blázquez Pérez y Belén Rodríguez Nuere. (Editores). 

Encuadernación: Tapa blanda con solapas.

423 páginas. 

24 x 28,5 x 3,5 cm. 

Ilustraciones b-n y color.

Peso: 2200 gr.

ISBN 10: 8493082465

ISBN 13: 978493082468

P.V.P: 20,00 €


Puede consultar disponibilidad en el correo:  



    Juan.Cabré Aguiló estudió Paleontología y Prehistoria hasta ingresar en el Centro de Estudios Históricos comandado por Manuel Gómez-Moreno, junto a Menéndez Pidal, donde trabaja con Bosch Gimpera. Cabré se caracterizó por el desarrollo documental en Arqueología mediante la imagen con el dibujo y la aportación de las incipientes técnicas de la fotografía. 

Camara de placas Zeiss en Museo Cabré

    El libro cuenta con muchos colaboradores entre los que citaremos a los expertos como el profesor Gonzalo Rodríguez Zapatero para hablar de la cultura de Las Cogotas y a su colega M.ª Luisa Cerdeño de las necrópolis celtibéricas; Alberto J. Lorrio de las armas en la Edad del Hierro, siguiendo la estela de la familia Cabré pues los dos hijos del arqueólogo prosiguieron en este tema; Germán Delibes de Castro analiza el dolmen de Aguilar de Anguita en Guadalajara.

   

Dolmen de corredor. Utiliza a personas para referencias de tamaño

    Los calcos de pinturas rupestres del Barranco de la Valltorta (Castellón) y la leona de Riba de Saelices en Guadalajara, elaborados también por su hija Encarnación; y desarrollo de decoración cerámica procedentes del yacimiento del Cabezo de Alcalá en Azaila (Teruel); de la cultura íbera y, en especial, una colección de exvotos procedentes del santuario de Collado de los Jardines en Santa Elena, Jaén. 

Exvotos íberos

Otros momentos históricos representados en esta colección son la cultura celta, la época romana y la visigoda como en Recópolis (Guadalajara), a través de un selecto conjunto de objetos arqueológicos de diversas tipologías (cerámicas, metales, vidrios, etc) recopilados por Cabré a lo largo de su vida.

Leona de Riba de Saelices en Guadalajara, calco por Mª Encarnación Cabré

     Libro homenaje presentado en la Exposición celebrada en el museo de San Isidro del 24 de junio al 31 de octubre de 2004, fruto de la colaboración del Ayuntamiento de Madrid, la Universidad Autónoma y el Ministerio de Cultura. El archivo fotográfico de Juan Cabre Aguiló, con más de 5.500 imágenes, que representa uno de los más sobresalientes conjuntos de imágenes arqueológicas conservados en nuestro país. La exposición fue itinerante y en el año 2006 se presentó en Murcia aunque en el colofón reza que la edición se terminó de publicar el 24 de junio, día de San Juan Bautista, en la onomástica de la presentación en la Real Academia de París del autocromo por los hermanos Lumiere. Añadimos que es un día muy señalado desde la cultura celta hasta la cristiandad por ser el día más largo del año.

Conocemos pinturas, como las de San Baudelio (proximas a Berlanga de Duero, Soria) que fueron vendidas


Juan Cabré en la Osera 

JUAN CABRÉ AGUILÓ Calaceite (Teruel), 2.VIII.1882 – Madrid, 2.VIII.1947. 

Arqueólogo, dibujante y fotógrafo.

Nacido en una familia de agricultores acomodados, comenzó sus estudios en el Seminario de Tortosa (Tarragona), pero verá en el dibujo su primera vocación, trasladándose a los catorce años a la Escuela de Artes y Oficios de Zaragoza. En esta ciudad tuvo el primer contacto con la arqueología, de mano del publicista y coleccionista Sebastián Monserrat. A los diecinueve años fue becado por la Diputación Provincial de Teruel para continuar los estudios de Bellas Artes en Madrid, en la Real Academia de San Fernando.

Calaceite

En su localidad natal conoció desde niño a Santiago Vidiella y Jasá, abogado e historiador; en sus Recitaciones de la Historia Política y Eclesiástica de Calaceite (1896) dio a conocer varios yacimientos arqueológicos, entre ellos San Antonio de Calaceite, donde el joven Cabré comenzó a realizar excavaciones en el mismo verano de su desplazamiento a Madrid, mostrando su entusiasmo por la arqueología, su habilidad en el dibujo y la pintura y, con posterioridad, su afición por la fotografía. Vidiella dirigió la publicación bimensual Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, editada entre los años 1907 y 1909. Este boletín, ejemplo del espíritu regeneracionista del momento, fue un catalizador de las inquietudes investigadoras de una serie de eruditos locales. Juan Cabré colaboró en él dando a conocer los resultados de sus excavaciones en San Antonio e información sobre otros yacimientos arqueológicos bajoaragoneses (1908). Esto supuso que fuera nombrado miembro correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y que el Institut d’Estudis Catalans enviara una misión a excavar a cargo de Pijoan y Serra (1909), base de la presencia posterior del eminente arqueólogo Pedro Bosch Gimpera en el Bajo Aragón.

Fueron decisivos en la formación arqueológica de Cabré los contactos y relaciones que estableció en Madrid. Mientras realizaba sus estudios acudía a la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, donde conoció al reputado académico y epigrafista Fidel Fita (1835-1918), a quien le remitió dibujos y escritos e informó cumplidamente de sus actividades arqueológicas.

Como consecuencia, Cabré fue nombrado miembro correspondiente de la Academia en Teruel.

Pero con quien más estrechó los vínculos de amistad y vocación por la Arqueología fue con Enrique de Aguilera y Gamboa, marqués de Cerralbo (1845-1922). Este miembro de la alta nobleza, de vasta formación humanística, mecenas, académico de la Lengua, la Historia y Bellas Artes y, en lo político, senador y cabeza del Partido Tradicionalista, desarrolló una intensísima actividad arqueológica a partir de sus sesenta y tres años. Precisamente, la razón de esta vocación tardía la tuvo el joven Cabré cuando con veinticinco años de edad (1907), llevando una carta de presentación del ideólogo carlista Sebastián Monserrat, le mostró dos álbumes de acuarelas donde se recogían gráficamente el resultado de sus investigaciones arqueológicas. El marqués quedó tan cautivado que desarrolló un desmedido interés por la Arqueología, excavando en muy poco tiempo la ciudad de Arcóbriga y numerosas necrópolis celtibéricas. Surgió, desde el primer encuentro, una estrecha colaboración, en la que Cabré puso a disposición de Cerralbo sus experiencias arqueológicas y sus habilidades de dibujante y fotógrafo.

Sin los lazos desarrollados por Cabré con Fita y Cerralbo, y la confianza de éstos en su capacidad, tenacidad y buen hacer no puede entenderse que un joven provinciano de veintiséis años fuera encargado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes (1908) para elaborar el Catálogo Histórico y Artístico de la provincia de Teruel, lo que cumplió de forma satisfactoria en dos años, entregando una obra de cuatro tomos, encargándosele el de la provincia de Soria (1911), concluido en siete volúmenes en 1917.

En esta obra contó con la colaboración de Ricardo Morenas de Tejada y del marqués de Cerralbo. A pesar de la importancia de estos dos catálogos, permanecen todavía inéditos.

Marqués de Cerralbo en Torralba

Otro de los personajes que influyó en la vida de Cabré fue el prestigioso prehistoriador francés Henri Breuil, quien señala en una de sus cartas: “En 1908 tuve conocimiento y me llamaron la atención dos descubrimientos de rocas pintadas en el nordeste de España. En Calaceite (Teruel), en el Bajo Aragón, fui acogido por el gran arqueólogo local Santiago Vidiella que me puso en relación con el joven Juan Cabré Aguiló (1903), descubridor de las rocas de Calapatá.


Urna funeraria de las Cogotas, Campaniforme. Cardeñosa (Ávila)

El lozano ardor y el talento gráfico de Cabré me subyugaron desde aquel mismo instante y le recluté para futuras investigaciones”. Cabré fue nombrado colaborador del Institut de Paléontologie Humaine (1909) y, bajo los auspicios económicos del príncipe de Mónaco, acompañó a Breuil en sus pesquisas sobre arte rupestre, entrando en contacto con los investigadores más destacados del momento y publicando con su mentor en la revista de Antropologie sus estudios sobre arte levantino en Albarracín y Alpera, y sobre el arte esquemático en Andalucía (1909, 1911 y 1912).

La valoración de Cabré como arqueólogo de prestigio a escala nacional culmina al ser nombrado comisario de excavaciones de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas (1912). No obstante, este nuevo marco fue fuente de conflictos científicos, por los recelos existentes en el tema del arte rupestre con el Institut de Paléontologie Humaine.

Acrópolis de Las Cogotas Cardeñosa (Ávila)

Fue precisamente Cabré quien sufrió las peores consecuencias de este enfrentamiento. Breuil lo cesó como colaborador del Institut (1914). Si bien, el marqués de Cerralbo, director de dicha comisión, señaló en el prólogo de la publicación de Juan Cabré, El Arte Rupestre en España (1915): “no hay otro que le aventaje a leer los grabados y pictografías rupestres y a interpretarlos y trascribirlos, ni quien haya recorrido, examinado y estudiado un número tan grande de yacimientos, cuevas y cavernas paleolíticas y neolíticas salpicados por la enorme extensión de nuestra Patria”. Este libro sufrió las duras críticas de Breuil y, con menos acritud, las de Bosch Gimpera, y tuvo como consecuencia el abandono voluntario de su cargo de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas en 1916. Una nueva etapa en la vida científica de Juan Cabré surgió, sin embargo, el mismo año, con su ingreso en la sección de Arte y Arqueología del Centro de Estudios Históricos, dirigida por Manuel Gómez Moreno. En este nuevo marco, si bien prolongó sus investigaciones sobre el arte rupestre, publicando las pinturas levantinas de Els Secans, junto con Lorenzo Pérez Temprado (1920, 1921), y las de la Valltorta (1923, 1925), serán sustituidas por su dedicación a la etapa protohistórica, con una sola interrupción, la de la publicación de la Cueva de Los Casares y de la Hoz, con la colaboración de su hija María Encarnación Cabré (1934).

Ajuar de Aguilar de Anguita

Su nueva atención por la cultura ibérica se centró en el territorio andaluz, donde ya había excavado en el Collado de los Jardines (1914), realizando nuevas campañas (1916 y 1917) y, con la colaboración de Raymond Lantier, en el Castellar de Santiesteban (1916). A Cabré se debe la excavación de dos de los testimonios más destacados de este período: la necrópolis tumular de Galera (1917-1918) y la cámara sepulcral de Toya (1918). En su territorio turolense realizó la primera síntesis sobre las estelas ibéricas del Bajo Aragón (1915-1920), publicó el poblado del Bronce Final del Roquizal del Rullo de Fabara (1929), pero será Azaila donde centró su interés durante el resto de su vida, al inicio codirigiendo las excavaciones con Lorenzo Pérez Temprado (1919- 1935) y luego en solitario hasta 1942. Otro ámbito investigador de Cabré fue el mundo indígena del norte del Duero, excavando en Miraveche (1916) y Monte Bernorio (1920), el celtibérico en la necrópolis del Altillo de Cerropozo en Atienza (1930) y el céltico meseteño en el Castro de Las Cogotas (1927), el Castro de Sanchorreja (1931) y el Castro de la Mesa de Miranda (1932) y la necrópolis de la Osera de Chamartín de la Sierra.

Tumba de Cardeñosa (Ávila)

En la vida profesional de Juan Cabré debe señalarse su dedicación a los museos. Estuvo vinculado al de Antropología, Etnografía y Prehistoria, primero como colector (1920), ganando el concurso oposición de colector-preparador (1925). Al morir sin herederos, el marqués de Cerralbo (1922) cedió en testamento todas sus colecciones de arqueología al Museo Nacional y su palacio constituido en museo al Estado español, con la condición de que perpetuase su nombre y “sirviese para estudio de los aficionados a la ciencia y el arte”. Nombró como director vitalicio a Juan Cabré, dejándole, asimismo, encargado de la ordenación, catalogación y publicación de su colección, cumpliendo la misión docente encomendada (1924). Fue nombrado, asimismo, académico correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis, de Zaragoza (1922), y vicesecretario de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (1927-1933). Una beca de la Junta para la Ampliación de Estudios le permitió estudiar los museos de arte y arqueología de París, Alemania, Austria, Italia y Suiza (1934).

Durante la Guerra Civil, optó por permanecer en Madrid como director del Museo Marqués de Cerralbo, tomando medidas para el salvamento de la colección, cifrada en más de treinta mil objetos, de los documentos y biblioteca. Acabada la contienda, a pesar de que el marqués de Lozoya, director general de Bellas Artes, le había felicitado por su labor, el Patronato del Museo Cerralbo procedió, de forma injustificada, a su inmediata depuración y cese (1939).

Discos de coraza. Aguilar de Anguita (Guadalajara)


Continuó en su puesto del Instituto de Arte y Arqueología, denominado Diego Velázquez (CSIC), alcanzando el cargo de jefe de la sección de Prehistoria (1940). Obtuvo por oposición la plaza de preparador de la sección de Prehistoria y Edad Antigua del Museo Arqueológico Nacional y fue elegido miembro correspondiente de The Hispanic Society (1942).

Recopolis en Zorita de los Canes (Guadalajara)

En la etapa final de su vida, el Instituto Diego Velázquez le encargó la redacción del tomo de Azaila del Corpus Vasorum Hispanorum (CVH) (1944). Realizó excavaciones en la ciudad visigoda de Recópolis en Zorita de los Canes, Guadalajara. Su fallecimiento (1947) le impidió completar otro encargo del CVH sobre la cerámica ibérica del sureste y el levante español, la síntesis sobre el arte rupestre de la Historia de España de Menéndez Pidal, que será redactada por Martín Almagro Basch, y las memorias de excavaciones de la necrópolis de la Osera y de Recópolis.

Piedras recuperadas en Recopolis

Cabré fue hombre de valores religiosos, de carácter afable, trabajador meticuloso e infatigable. Casado con Antonia Herreros, tuvo dos hijos María Encarnación, heredera de su habilidad para el dibujo, colaboró fielmente en sus excavaciones desde 1930 hasta su matrimonio con el profesor de universidad Francisco Morán, momento en el que su otro hijo, Enrique, pasó a ayudarlo momentáneamente, abandonando la arqueología por los estudios de Ingeniería.


Juan de Mata Carriazo, jefe de la sección de Arte y Arqueología en el Centro de Estudios Históricos en 1931 se refiere a Cabré en su discurso de entrada a la Real Academia de la Historia (1977): “La figura de humanidad más rotunda en la sección de Arqueología era Cabré, don Juan Cabré y Aguiló, un casi autodidacta, escapado muy pronto de un seminario, que ha sido el español de más instinto arqueológico, y el que ha realizado más y mejores excavaciones en toda la primera mitad del siglo. Como una mitad, también, de los materiales de la Prehistoria española le deben su descubrimiento y estudio. Era una gloria verle llegar de sus campañas de excavación, con algunos de los materiales obtenidos (¡aquel día de los bronces de Azaila!), sudando la redacción de sus memorias, para gozar dibujando a mano alzada, la pluma o el tiralíneas cogidos con dos dedos y la cabeza inclinada a un lado para darles intención (él decía sentimiento), los hermosos dibujos con que los ilustraba”.

Entre los reconocimientos que recibió Cabré debe citarse la concesión de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en la categoría de Encomienda (1942). La Institución Fernando el Católico le realizó un homenaje en su localidad natal con motivo del centenario de su nacimiento (1984). Su hija María Encarnación Cabré donó al Gobierno de Aragón la colección documental, arqueológica y gráfica, constituyendo la base con la que se creó el Museo Juan Cabré de Calaceite (1985). La Agrupación de Amigos de la Cueva de los Casares y el Arte Paleolítico celebró el cincuentenario de su fallecimiento en el Ateneo de Madrid (1997). El Instituto de Patrimonio Histórico Español y la Universidad Autónoma de Madrid, le dedicó una exposición monográfica con un excelente catálogo (2004), que fue llevada también al Museo Juan Cabré de Calaceite, con asistencia de todos sus descendientes (2006).

Su hijo frente a dos verracos reutilizados verticalmente que flanquean la portada


OBRAS

“Excavaciones practicadas en el monte de San Antonio de Calaceite”, en Boletín de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, VII (1907-1908), págs. 234- 241; “Hallazgos arqueológicos”, en Boletín de Historia y Geografía del Bajo Aragón, II, 5 (1908), págs. 214-244; Catálogo Histórico y Artístico de la provincia de Teruel, 1909 (inéd.); con H. Breuil, “Les peintures rupestres du bassin inferieur de l’Ebro. Les roches peints du Calapatá à Cretas”, en L’Antropologie, XX (1909), págs. 1-8; “Esteles ibèriques ornamentades del Baix Aragó”, en Anuari de L’Institut d’Estudis Catalans (1915-1920), págs. 629-641; Catálogo Monumental de la Provincia de Soria, 1917 (inéd.); “Acrópoli y necrópoli cántabras de los celtas berones del Monte Bernorio”, en Sociedad Española de Amigos del Arte (1920), págs. 1-34; con F. de Motos, La Necrópolis ibérica de Tútugi (Galera, provincia de Granada), Madrid, Tipografía de la Revista Archivos, Bibliotecas y Museos, 1920; “Dos tesoros de monedas de bronce, autónomas, de la acrópolis ibérica de Azaila (Teruel)”, en Memorial Numismático Español, II (1921), págs. 25-33; con L. Pérez Temprado, “Nuevos hallazgos de arte rupestre en el Bajo Aragón”, en Fundación de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 50 aniversario (1921), págs. 276-286; “El Marqués de Cerralbo (Necrología)”, en Actas y Memorias de la Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria, I (1922), págs. 171-183; Las pinturas rupestres de Valltorta, Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales, 1923; “Arquitectura hispánica. El sepulcro de Toya”, en Archivo Español de Arte y Arqueología (AEAA), I (1925), págs. 73-101; “Azaila”, en IV Congreso Internacional de Arqueología, Barcelona, Exposición Internacional de Barcelona, 1929; Excavaciones en Roquizal del Rullo (Fabara), Zaragoza, Madrid, Imprenta de Archivos, 1929; Excavaciones en la necrópolis celtibérica del Altillo de Cerropozo, Atienza (Guadalajara), Madrid, Junta Superior de Excavaciones y Antigüedades, 1930; Excavaciones de Las Cogotas, Cardeñosa (Ávila). I. El Castro, y II. La Necrópolis, Madrid, Tipografía Archivos Olazaga, 1930 y 1932; “Las Cuevas de los Casares y de la Hoz”, en Archivo Español de Arqueología (AEA) (1934); “El tesoro de plata de Salvacañete (Cuenca)”, en AEAA, 35 (1936), págs. 151-159; “La acrópolis de Alcalá, Azaila (Teruel)”, en AEA, 42 (1941), págs. 232-235; Corpus Vasorum Hispanorum. La cerámica de Azaila. Museos Arqueológico de Madrid, Barcelona y Zaragoza, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1944; El tesorillo visigodo de trientes de las excavaciones del plan nacional de 1944-45 en Zorita de los Canes (Guadalajara), Madrid, Ministerio de Educación Nacional, 1946; “Ajuares de la necrópolis céltica de La Osera, Chamartin de la Sierra (Ávila)”, en Adquisiciones del Museo Arqueológico Nacional, 1940-1945, Madrid, 1947, págs. 52-54; con M.ª E. Cabré Herreros y A. Molinero Pérez, El Castro y la Necrópolis del Hierro Céltico de Chamartín de La Sierra (Ávila), Madrid, Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas, 1950; “San Antonio de Calaceite (Catálogo Monumental Teruel, t. 1)”, en Kalathos (Teruel), 3-4 (1984), págs. 9-49.

Necrópolis de Alcolea del Pinar (Guadalajara)

Detalle de ajuar en lápida

 Bibliografía: H. Breuil, “Algunas observaciones acerca de la obra de Juan Cabré titulada: El arte rupestre en España”, en Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, XVI (1916), págs. 253-259; C. Mergelina, “Juan Cabré Aguiló”, en Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, XIII (1946- 1947), págs. 200-214; A. Beltrán Martínez, “Las investigaciones arqueológicas en Aragón”, en Caesaraugusta, 1 (1951), págs. 9-34; C. Sanz-Pastor, Museo Cerralbo, Madrid, Dirección General de Bellas Artes, 1956; J. de Mata Carriazo y Arroquia, El maestro Gómez-Moreno contado por él mismo, Sevilla, Real Academia de la Historia, 1977; A. Beltrán Martínez, Juan Cabré Aguiló (1882-1947), Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1982; T. Ortego y Frías, “Don Juan Cabré Aguiló. Recuerdo y homenaje”, en Boletín de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología, 16 (1982), págs. 3-10; F. Burillo Mozota, “Prólogo a San Antonio de Calaceite”, en Kalathos, 3-4 (1984), págs. 9-17; VV. AA., Juan Cabré Aguiló (1882-1982). Encuentro Homenaje, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 1984; M. E. Cabré Herreros y J. A. Morán Cabré, “Juan Cabré y la restauración”, en Pátina, 6 (1986), págs. 114-120; M. Vicente Barril, “Colección Cabré”, en De Gabinete a Museo, catálogo de exposición, Madrid, Museo Arqueológico Nacional, 1993, págs. 406-413; I. Baquedano Beltrán, “Juan Cabré Aguiló, una vida dedicada a la arqueología”, en Revista de Arqueología, 119 (1993), págs. 46-50; P. Navascués Benlloch, “Sauvetage des collections du musées Cerralbo pendant la guerre civile espagnole”, en Musées & collections publiques de France (Paris), 210 (1996), págs. 6-10; M. E. Cabré Herreros y J. A. Morán Cabré, “El Marqués de Cerralbo y Juan Cabré”, en Boletín de la Asociación de Amigos de la Arqueología, 36 (1996), págs. 23-35; E. García-Soto Mateos, “Comentarios y anotaciones sobre la vida y obra de Juan Cabré Aguiló”, en J. Cabré, Investigaciones en las cuevas del Los Casares y de La Hoz (1934-41), Madrid, 1998; S. González Reyero, “D. Juan Cabré Aguiló (1882-1947). Los trabajos de cultura ibérica de un pionero”, en La Cultura Ibérica a través de la fotografía a principios de siglo: Las colecciones madrileñas, Madrid, Asistencia Técnica de Patrimonio, 1999, págs. 87-94; A. Acosta González (ed.), Juan Cabré Aguiló. Cincuentenario de su fallecimiento, Madrid, Ateneo de Madrid, 1999; E. Vallespí, “Reconocimiento arqueológico del Bajo Aragón en el siglo XIX y primer tercio del XX: evocación de sus protagonistas”, en SPAL. Revista de Prehistoria y Arqueología, 10 (2001), págs. 57-73; J. Blánquez Pérez y B. Rodríguez Nuere (eds.), El arqueólogo Juan Cabré (1882-1947). La fotografía como técnica documental, Madrid, Instituto de Patrimonio Histórico Español, 2004; J. A. Benavente (coord.), Pioneros de la Arqueología Ibérica en el Bajo Aragón, Ruta Iberos en el Bajo Aragón, 2005.

Francisco Burillo Mozota  


    La importancia de Cabré en arqueología, como centra el título de la obra, fue la incorporación de la fotografía en la Arquología.  El empleo de técnicas como dobles exposiciones, el caché y hasta el color para sistematizar la documentación de los yacimientos ha sido una contribución importante para el patrimonio histórico nacional. Gracias a sus tiros de cámara se localiza dónde se encontraron piezas que nos han llegado. El libro aporta la cultura desde el trabajo de campo.