viernes, 1 de febrero de 2019

LOS NIÑOS DEL AGUA de CHARLES KINGSLEY


«Sabes, las cosas más maravillosas y poderosas de este mundo son precisamente aquellas que no se pueden ver


            Los hombres sabios de la antigüedad decían que todo en la Tierra tenía su doble en el agua. Si hay niños en la Tierra, ¿por qué no habría de haberlos en el agua?

           Cuando encontraron una cosa negra en el agua, todos se pusieron muy tristes y dijeron que era el cuerpo de Tom, el joven y sucio deshollinador, que se había ahogado. Pero Tom estaba muy vivo, ¡y más limpio que nunca!, deleitándose en su nuevo mundo. Tom escapa de su cruel patrón y descubre un lugar de diversión encantado bajo el agua, y nos invita a seguirle.


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Editado por Rey Lear , 2011 - ISBN 9788493553197

       
      Publicada dos años antes que Alicia en el País de las Maravillas, Los niños del agua se ha confundido a menudo con un relato meramente infantil aunque, al igual que la novela de Lewis Carroll, supera con creces cualquier barrera de edad a pesar de que como en Alicia se le cuenta a un niño, presumiblemente a Grenvill Arthur, el hijo menor de Kingsley al que está dedicada.






       Adaptada al cine por Walt Disney en 1935, narra la historia de Tom, un deshollinador de 10 años, explotado cruelmente por su amo Grimes, que cae por la chimenea de una casa de campo a donde ha sido llevado a trabajar. El accidente provoca un enorme revuelo y Tom huye hacia un estanque en el que, aparentemente, se ahoga. Pero no muere y se transforma en un niño del agua, que deberá madurar con la ayuda de las hadas y las criaturas marinas hasta convertirse en un nuevo ser más libre y responsable.




           Kingsley introduce en la novela todos los asuntos de la vida que le interesaban: mostró su sentido social y crítico al hablar en esta fábula de la esclavitud infantil, la calidad del sistema educativo, los errores científicos y al hacer al mismo tiempo una defensa avanzada a su época de la evolución de las especies según Darwin.    




                 

            Con una arquitectura soprendente, intenta entablar un diálogo con el lector en el que todo es posible gracias a la fantasía. Indaga en la naturaleza como reflejo de la realidad divina y, mediante parábolas y relatos incorporados, aporta algunas ideas respecto a la degeneración de las especies que tardarían más de un cuarto de siglo en ser aceptadas y empleadas habitualmente por los novelistas.







            Al igual que Carroll, inventa todo tipo de términos imaginativos, provoca situaciones surrealistas y emplea todavía un lenguaje más directo y coloquial que el que aparece en las aventuras de Alicia. Los niños del agua está plagada de ironías y referencias a su época. Kingsley no deja títere con cabeza y con valiente libertad arremete contra la formación del profesorado o la arquitectura pública británica que le parece poco funcional o desagradable.

            Hace gala de un extraño sentido del humor tan potente como absurdo. Es curioso que en el texto figuren continuas referencias peyorativas a los irlandeses en contraposición con las virtudes que atribuye a escoceses e ingleses. Las criticas encierran un ajuste de cuentas con Newman y los católicos papistas, religión mayoritaria en Irlanda, de ideas más conservadoras que las defendidas por los anglicanos y, dentro de éstos, sobre todo, por los más avanzados socialistas católicos.


            Novela de novelas, que también puede leerse por cualquier parte, como si se tratara de un libro de consulta por la cantidad de disgresiones y apostillas a la trama principal, su rareza la hace inclasificable e incluso hoy en día encierra carácter novedoso que evidencia con claridad la capacidad del autor para adelantarse a su tiempo; al suyo y, quién sabes si también al nuestro.


                
       Por ella aparte de los protagonistas humanos, desfilan numerosas especies animales y vegetales, lo que manifiesta el enorme cariño y conocimiento de su autor por la Naturaleza. Pero, sobre todo, prevalece la imaginación, la misma que alentó a Jonathan Swift a escribir Los viajes de Gulliver (1726) y a Rudolf Erich Raspe Las aventuras del Barón Munchausen (1785). Ambos libros aparecen citados en la novela de Kingsley, lo que da prueba de su gusto por un tipo de fantasía peculiar y desbordante. El mismo del que haría gala Carroll en sus maravillosos libros sobre Alicia. 

             La magia de Los niños del agua ha atraído tradicionalmente a un gran número de dibujantes que han puesto cara a sus personajes, Además de Walt Disney, se han acercado a la novela artistas como Sir Joseph Noel Paton, Warwick Goble, W. Heath Robinson o Jessie Willcox Smith. En 1889 se publicó una edición especial ilustrada por Linley Sambourne con dibujos tan fantásticos, inquietantes y sorprendentes a la altura del texto. 



           Pocas obras tienen la capacidad de remover conciencias adultas y conquistar al mismo tiempo con una delicadeza exquisita la imaginación de cualquier niño.










               «Al fondo de sus novelas late el observador fiel de las cosas pequeñas, el intérprete de su sentido filosófico. La naturaleza le hablaba a Kingsley mediante el susurro de las hojas, el murmullo de los cauces, el zumbido de las abejas; incluso en los rayos de sol sobre las rocas veía él un mensaje.»
                               Lafacdio Hearn


   







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