miércoles, 30 de mayo de 2018

BEATO DE SAN MILLÁN DE LA COGOLLA: ASPECTOS TEXTUALES Y CODICOLÓGICOS



              Llamamos Beato a los manuscritos que transmiten el tratado del Apocalipsis, del griego revelación, que fue redactado por el monje asturiano Beato del monasterio de Santo Toribio de Liébana a finales del siglo VIII. Normalmente presentan una copia del Comentario de San Jerónimo sobre el libro de Daniel, colocado a continuación del de Beato.


       Su autor reúne todos los comentarios que habían sido hechos sobre el Apocalipsis. Entre las razones por las que Beato llevara a cabo este trabajo de compilación se encuentra lo dispuesto en el IV Concilio de Toledo, del año 663, en cuyo canon XVII se hace obligatorio el reconocimiento de su autenticidad, discutida hasta entonces, así como la atribución a San Juan Evangelista. Este concilio exigió además que el Apocalipsis fuera leído en los oficios en toda la cristiandad hispánica, desde Pascua a Pentecostés.



                                
Testimonio Compañía Editorial, 2005 - 140 pp. - 24 x 32 cm. 
            


  Beato de San Millán de la Cogolla:
- 282 folios de pergamino en letra visigoda con unas 35 líneas por página de texto a dos columnas
- 53 miniaturas iluminadas por Albino y otros
- Procedencia: San Millán de la Cogolla. 
- Localización: Real Academia de la Historia, Madrid, sign. Emil: 33. 
- Datación: Siglos X y XI



                                          
Estudio de Manuel Claudio Díaz y Díaz


                El Beato de San Millán de la Cogolla muestra un interés especial por ser una de las obras típicas y el más completo de los creados en el monasterio
. A ello hay que añadir su elaboración en dos fases con estilos bien distintos pero manteniendo la impronta inconfundible de las creaciones del scriptorium. Díaz y Díaz encuentra discrepancias estructurales en la presentación del códice, lo que justifica por la intención de dar una prueba documental de la antigüedad del cenobio, de indudable raigambre visigoda según el autor, pero que atribuye a la intervención en el siglo XVII. Se quiere mitificar al santo y se sirven de la manipulación documental del códice, algo habitual que prueba Julio Escalona Monje con el Libro Becerro del Monasterio de Silos, quien también alude al emilianense en la atribución de gestas victoriosas con la aparición milagrosa del santo durante la "reconquista".
      
                           
                
Cruz de Oviedo


            En la primera página se presenta la Cruz de Oviedo,
 reminiscencia de la que vio Don Pelayo en la Batalla de Covadonga con la inscripción de que con aquel signo vencería, siguiendo una tradición que se une íntimamente a la famosa de Constantino. Pertenece al repertorio ilustrativo de los Beatos y a la codicología del siglo X con la imagen del Cordero en la intersección de la cruz; el tetramorfos con los símbolos de los Evangelistas en los extremos y del brazo horizontal penden las letras alfa y omega, primera y última del alfabeto griego para referir a Dios según se indica en el Apocalipsis. Esquema con que se inician con frecuencia los códices castellano-leoneses y riojanos y que se repetirá en algunas cruces románicas.




Folio 34r


            En una fase mozárabe, es evidente la influencia en algunas de las imágenes de este Beato de las obras de Florencio, sobre todo de la Biblia de San Isidoro de León, que sin duda conocieron Albino y sus colaboradores.


Revelación a San Juan


              El resto de miniaturas ilustran directamente el texto, entre el relato apocalíptico y el Comentario de Beato, o bien hacen referencia a otros textos que Beato incluye en su obra. La mayoría de las imágenes que se refieren al Apocalipsis están insertas en las columnas de escritura ocupando, generalmente, algo más de la mitad inferior o superior del folio. 


             Muchos de sus dibujos fueron copiados de la Biblia de San Isidoro, aunque no estaba previsto inicialmente al realizar la copia escrita, pues el espacio reservado no suele corresponderse con el hueco necesario para el dibujo que se ha incluido posteriormente, limitándose en ellos el iluminador a mantener las proporciones de la composición original sin tener en cuenta el espacio establecido.


           En las miniaturas de esta fase, generalmente sobre fondo claro, las figuras son poco estilizadas, de cuerpos más bien gruesos y formas planas, muy esquemáticas, con poca expresión y con un plegado muy plano de la indumentaria. Su estilo, como ya hemos indicado está inspirado en las obras de Florencio, pero con una calidad inferior, más sobrio y con una gama cromática menos brillante, en la que predominan las tonalidades frías a base de morados, verde y azules oscuros, amarillos y, en algunos casos, los rojos anaranjados, muy diferente de los colores luminosos de la Biblia de San Isidoro.




               Manuel Claudio Díaz y Díaz, quién ya publicara en los años setenta del siglo pasado trabajos sobre los manuscritos riojanos, presenta cada una de las imágenes con la alusión recogida en el apocalipsis y realiza un comentario de la ilustración, apreciando particularidades atípicas. 




Fol 202v. La victoria del cordero sobre los reyes

                                             
              El estilo de la segunda parte parece estar creada por varios miniaturistas, imágenes pertenecientes a artistas menores salvo por un autor plenamente románico con un estilo completamente distinto al mozárabe. Las imágenes, en general sobre fondos coloreados y enmarcados con márgenes muy decorados, presentan tanto una mayor madurez como un cierto sentido del volumen, con figuras más alargadas que otorgan una mayor movilidad y expresan espiritualidad.
                                       

Fol. 181. El lagar de la ira de Dios


         El mismo colorido marca la diferencia entre uno y otro estilo. Los tonos predominantes de las miniaturas mozárabes son la gama de los azules intensos, morados o violáceos, verdes oscuros, amarillos, con toques de rojos y naranjas en algunas prendas de la indumentaria. Se consigue de este modo la tonalidad densa y sombría que caracteriza según algunos autores a los manuscritos de este taller de San Millán. El colorido románico por el contrario es más luminoso. Se utiliza con mayor profusión el rojo intenso, el azul, verde claro y amarillo, mientras que casi desaparece el pigmento morado.




                             
Determinadas letras capitulares adoptan rasgos zoomórficos


           Los motivos ornamentales se enriquecen con la incorporación de animales, sobre todo, peces, serpientes, aves (águilas y pájaros), cuadrúpedos (ciervos y leones), animales hacia los cuales los miniaturistas emilianenses tuvieron especial predilección. Las iniciales se complican mediante el recurso a la mezcla de diversos motivos, entrelazas, animales, composiciones vegetales, y en algunas ocasiones hacen partícipes de este conglomerado ornamental también a las figuras humanas, representadas en las más variadas y forzadas actitudes, o con sus miembros descoyuntados -siguiendo la tradición de la ornamentación de iniciales merovingias- para adaptarse a la forma de la letra.

            
                        
Las siete plagas





               En el arte románico las figuras presentan un canon con los rostros de los personajes alargados, mucho más espiritual; mientras el plegado de la indumentaria ofrece ondulaciones que se dibujan los bordes del manto y una especie de delantal o faldellín corto que por bajo de la cintura acaba el cuerpo del traje.  


                     
La mujer sol




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TESOROS DE ESPAÑA. DIEZ SIGLOS DE LIBROS ESPAÑOLES. TEN CENTURIES OF SPANISH BOOKS









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